
Era una calle sin pavimento, por lo cual, siempre se juntaba guadal; de manera que la pobre, estaba irreconocible (totalmente cubierta de polvo)… Y la cara, para qué contarles que la cara era un solo manchón oscuro, donde se resaltaban las bolitas de los ojos, los dientes y los surcos que se marcaban en las mejillas por las lágrimas que fluían sin parar. Sí. Lloraba mucho, miraba a su alrededor los huevos rotos, los tomates aplastados… Y no era para menos, a nadie le gustaría dar un espectáculo semejante en la calle central se un pueblo…
Bueno, en fin, esa fue la mañana del cumpleaños de Marta. No cualquiera lo festeja con un porrazo.
María Julieta Salusso
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