La oscura boca nocturna lame con cautela las costas de la mañana que se aproxima. Se traga los fragmentos de segundos que serenamente se despojan de sus vestidos noctámbulos.
Un poema se desvanece al son de la silente oscuridad; se deshilachan los últimos jirones de la noche que, tímidamente, se precipita desde la cresta de los rincones vacíos.
Las palabras rebotan contra los tímpanos erguidos que en vano se resisten a escuchar y hurgan en los oídos cansados, una y otra vez.
En mi mano desnuda vibran los versos que germinarán sobre la planicie inmaculada de este papel gastado.
María Julieta Salusso
Un poema se desvanece al son de la silente oscuridad; se deshilachan los últimos jirones de la noche que, tímidamente, se precipita desde la cresta de los rincones vacíos.
Las palabras rebotan contra los tímpanos erguidos que en vano se resisten a escuchar y hurgan en los oídos cansados, una y otra vez.
En mi mano desnuda vibran los versos que germinarán sobre la planicie inmaculada de este papel gastado.
María Julieta Salusso
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