domingo, 31 de agosto de 2008

Dias de circo

Era todo un acontecimiento. Quedábamos hechizados al ver pasar la colorida caravana frente a nuestros cuerpos inmóviles. En los pueblos pequeños, la llegada de un circo significaba un corte en la rutina y la asistencia al espectáculo, definitivamente era obligatoria.
El hecho de ver los preparativos desde la vereda de enfrente, sin lugar a dudas, generaba muchas expectativas. Para todos nosotros, esta “gente rara”, vivía en un pequeño mundo mágico (la carpa), donde todas las ilusiones se hacían realidad.
Aún me parece escuchar el sonido que las monedas inquietas producían en los bolsillos de los que hacíamos la cola para sacar la entrada.
Nos quedaba un sabor amargo y la tristeza del abandono se respiraba durante muchos días, luego de la partida de los artistas viajeros.

María Julieta Salusso

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